16/11/2024
Hermana fallecida: Sr. Mary Augusta Harris (Alice Harris)
16/11/2024
Hermana fallecida: Sr. Malia Vitalina Evelina So’oto
16/11/2024
Hermana fallecida: Sister Malia Emanuela Bethem (Anna Bethem)
04/11/2024
Necesidades de la Iglesia, de la Congregación y del mundo
04/11/2024
Intenciones de oración del Papa
04/11/2024
Necesidades de la Iglesia, de la Congregación y del mundo
04/11/2024
Intenciones de oración del Papa
Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Antes de salir hacia Oceanía, Marie de Bon Secours había pertenecido a las Hijas de la Caridad de Vicente de Paúl. Había profesado en ese instituto en 1842 y se salió el año 1855. Entre otros destinos había sido envida a Turquía y a Egipto lugares donde trabajó como enfermera. Se acercaba a los 40 años cuando le vino el deseo de reparar su “cabezonada”; se ofreció para trabajar en las misiones de Oceanía. Con Hna Marie de la Croix y Hna Marie de la Paix fue enviada a Nueva Caledonia, destino al que llegaron en el mes de diciembre de 1858.
El P. Favre decía que era “bastante terca”; el P. Yardin reconocía que tenía “educación e instrucción”,“con una facilidad grande para los idiomas”, y “conocimientos en medicina y en cirugía”. Traía, por lo tanto a la Misión una experiencia muy valiosa, con buena voluntad y generosidad. Por supuesto que le costó adaptarse. A pesar suyo, aún teniendo en cuenta su preparación como enfermera juntamente con su experiencia, se le presentaron pocas ocasiones para aplicarlas. Se le pidió que fuera docente. Pero ella escribía: “¡no me gustaba dar clases!” (cf. Bon Secours-Poupinel, 28.03.1860, Carta 16, §5, NP I, 186). Lo que no le impidió que tuviera como alumnos, en La Concepción, 70 hombres a los que enseñó a leer, a escribir y a cantar canciones francesas, con mucho acierto, según asegura el P. Rougeyron (cf. Rougeyron-Favre, julio-agosto 1860, NP I, 195); en la Isla de Pinos llegó a tener hasta 100 alumnos; al parecer le iba bien con jóvenes y con gente mayor.
Marie de Bon Secours trabajó en unas cuantas misiones ya que no permanecía mucho tiempo en un mismo lugar. Incluso llegaba a pedir ella misma cambio; en otros casos los sacerdotes se adelantaban a pedirlo. Sus compañeras admiten que hacía la vida de comunidad difícil. Hay que añadir que existen también testimonios de sus “conversiones” (cf. Vigouroux-Yardin, 04.07.1863, NP II, 313; Rougieron-Favre, 20.10.1865, NP II, 397). No cabe duda que su presencia forzaba a las que la rodeaban a un amor más gratuito. En septiembre de 1868, se presentó como voluntaria para una fundación a Ouvéa, una de las islas Loyauté; la tarea resultó excesiva para ella, tampoco había dinero para mantenerse. Regresó el año 1869. En 1871 se fue para la Isls de Pinos. Con agrado se ocupó de las jóvenes de Maré, otra isla del archipiélago de Loyauté, donde los católicos habían huido por las amenazas de los protestantes.
Si se recuerda que Marie de Bon Secours había sido religiosa vicentina resulta fácil admitir que esperaba con impaciencia el día en el que la TOMMO llegaría a ser una congregación religiosa. Se expresaba así: “me siento impulsada por un deseo ardiente para entregarme irrevocablemente a Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia” (Bon Secours-Favre, 01.08.1864, Carta 33, §3, NP II, 341). Pedía con insistencia el empezar su noviciado en Notre Dame des Missions; nunca fue atendida.
En sus cartas habla de María, con frecuencia en su advocación de Inmaculada; deseando ser siempre una“verdadera hija” para con ella. El último año de su vida transcurrió en San. Luis, cerca de Nouméa. Marie de Bon Secours, había recorrido su vía crucis, a pesar de las dificultades y de los padecimientos. Contaba que antes de su partida para Nueva Caledonia, el santo cura de Ars, su primo, le dijo: “tú sufrirás mucho... pero harás mucho bien” (Bon Secours-Poupinel, 01.07.1877, Carta 58, §3, NP IV, 688).
Me parece que el cura de Ars, me ha concedido, después de su muerte, una gracia estupenda de la misericordia divina a saber, la de amar a nuestros queridos naturales. Efectivamente, me doy cuenta que me resulta agradable encontrarme rodeada por ellos, en el aula, cuando les enseño; me siento feliz y gozo de gran paz. Usted recuerda cómo el año anterior sentía algo de repugnancia a estar con ellos y apenas podía, me escapaba.; esto lo habían notado las Hermanas y los sacerdotes y quedaron desedificados. . . Siento, se lo aseguro, un arrepentimiento muy hondo, agradezco con todo el corazón a Nuestro Señor y a su Madre Inmaculada por haberme sacado de esta situación de molestia fastidiosa de repugnancia; en cambio he recibido un sentimiento tierno de caridad y de entrega religiosa. […] (Bon Secours-Poupinel, 10.05.1860*).