16/11/2024
Hermana fallecida: Sr. Mary Augusta Harris (Alice Harris)
16/11/2024
Hermana fallecida: Sr. Malia Vitalina Evelina So’oto
16/11/2024
Hermana fallecida: Sister Malia Emanuela Bethem (Anna Bethem)
04/11/2024
Necesidades de la Iglesia, de la Congregación y del mundo
04/11/2024
Intenciones de oración del Papa
04/11/2024
Necesidades de la Iglesia, de la Congregación y del mundo
04/11/2024
Intenciones de oración del Papa
Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Jeanne era la más joven del primer grupo que partió hacia Oceanía; noviembre de 1857. Había nacido en Rive-de-Gier, cerca de Lyon, había recibido un nivel de educación aceptable. A deducir de sus cartas y las de otros, da la impresión que se trata de una gran trabajadora; pero con todo se le descubría un grado de inmadurez, con relación a sus años.
Destinada a Futuna, se entregó a dar clases a las mujeres, desempeñándose con generosidad en todo, a los tres meses la mandan para Wallis, con Hna Marie de la Miséricorde. Muy pronto se enfrenta con problemas de salud y con dificultades en el trato; regresa a Futuna. Su salud seguía preocupando por lo que la envían a Sydney el año 1861. Aquí estuvo hospitalizada durante cinco meses sin que los médicos diesen con la causa verdadera de su malestar. Para ella fue una oportunidad más para sufrir. Mientras convalecía aprendía a hablar en inglés y enseñaba el catecismo a unos francesitos a los que transmitió el amor tan grande que ella profesaba a Nuestra Señora. Al inicio de la clase no omitía repetir “en la compañía de la buena Madre” (Espérance-Poupinel 19.07.1862, Carta 18, §6, NP II, 284).
Cuando el P. Poupinel sugería que regresara para Francia, ella reconocía que su puesto tenía que ser Oceanía, al igual que las demás Hermanas que se quedaban “en el campo de batalla”, aunque la salud no fuera tan buena. Hna Marie de la Sainte-Espérance estaba siempre dispuesta a sacrificarse cuando veía que estaba haciendo lo que Dios le pedía; esta disposición para el sacrificio es como un hilo rojo que corre desde un cabo al otro de su vida. En 1863, la nombraron para San Luis en Nueva Caledonia, esperando que un cambio de clima la beneficiaría. En la travesía naufragó el buque. No hubo heridos graves, con todo se perdió toda la carga. Escribe: “… ¡me tocó naufragar de manera triste y terrible!, momento triste y doloroso que no puedo olvidar… No porque lamente lo que perdí, no Padre, le puedo asegurar, que a pesar de que sentí pena, de veras, por el presente y por el futuro, hice, por lo menos así lo creo, con generosidad mi sacrificio. Algunos meses antes, Dios me había pedido algo más significativo, en la persona de mi buena y tierna madre!” (Espérance-Poupinel, 12.03.1864, Carta 34, §4, NP II, 329).
En San Luis regresaron los mismos problemas de salud; no se la comprendía fácilmente. También sufría ante las duras críticas que caían sobre ella. El P. Poupinel, él mismo, la encontraba, a “ratos tonta”. Con todo, en 1867 la envía a La Concepción; aseguran que aquí se desempeñó bien con las chicas a las que enseñaba; zurcía para ellas y las cuidaba. Según el P. Rougeyron,“era hábil para todo y muy capacitada.” (Rougeyron-Favre, 10.03.1867, NP III, 476).
Hna Marie de la Sainte-Espérance, habla de su alegría por pertenecer a la “Familia de María”. Sabe apreciar el hecho de haber llegado a ser la “hija de María” mediante su consagración dentro de la TOMMO. Esperaba impaciente el día cuando ella sería reconocida como una religiosa cabal. Pero, aunque aceptada para el noviciado NDM en 1867, nunca llegó a profesar, debido, probablemente a las dificultades que presentaba su salud.
Hna Marie de la Sainte-Espérance quería la gente y la gente la amaba. Compartía con generosidad los dones que ella poseía, del corazón y del espíritu, limitada por la salud precaria que la acompañó durante toda su vida. Murió en Nouméa, joven aún; tenía 41 años.
Yo le deso mi buen Padre una travesía mejor de la que hice el mes de noveimbre pasado, época en la que tuve un triste y terrible naufragio! momento triste y doloroso que no puedo olvidar… No porque lamente lo que perdí, no Padre, le puedo asegurar, que a pesar de que sentí pena, de veras, por el presente y por el futuro, hice, por lo menos así lo creo, con generosidad mi sacrificio. Algunos meses antes, Dios me había pedido algo más significativo, en la persona de mi buena y tierna madre! (Espérance-Poupinel, 12.03.1864, Carta 34, §4, NP II, 329).