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Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Marie de la Présentation, era hija de un oficial de la marina y ya pertenecía a la TORM, en Tulón cuando decidió hacer la entrega total de sí misma como misionera, en Oceanía. Esta Hermana es la última de las “pioneras”. Dejó Francia en octubre de 1860. La destinaron para ejerciera como maestra en la escuela de la Isla de Pinos; aquí se quedó durante 20 años, 13 de los cuales los pasó sola. En 1881 la enviaron a Pouebo, también Sola; dirigió una escuela con gran acierto. Regresó a San Luis a inicios de 1886, probablemente; aquí murió de cáncer a la garganta, en el mes de junio. En resumidas cuentas, de los 25 años como misionera, 19 los vivió en soledad. Al parecer no fue un problema para ella. Escribía, desde la Isla de Pinos, al P. Poupinel: “Cuánto daría para que me mandaran sola a una misión, en medio de salvajes ya que por aquí, pronto esto se parecerá a Europa.” (Présentation-Poupinel, 11.11.1863, Carta 4, §3, NP II, 320).
Marie de la Présentation decía lo dichosa que se sentía por pertenecer a la sociedad de María, la“familia de María”, y el haberse entregado a ella“totalmente y desde el día en el que el Rev. P. General autorizó mi salida hacia las misiones extranjeras” (Présentation-Marie du Cœur de Jésus, 08.09.1864, Carta 5, §2, NP II, 344). Con todo, no cabe duda que ella suspiraba por el día en el que ellas se sentirían “religiosas auténticas” (Présentation-Poupinel, 21.09.1865, Carta 10, §2, NP II, 391) y que se le hacía cada vez menos soportable, al filo de los días, lo que le parecía ser una desorganización de las Terciarias: “Me parece que Dios no puede estar contento por el poco interés hacia las almas que Él ha elegido para que acudan a Él mediante una perfección más elevada, a saber, por medio de la vida religiosa” (ibid.). Alentada por el P. Poupinel ingresó en el noviciado de las Hermanas de NDM; por motivos que siguen oscuros, decidió que no estaba llamada para esta congregación. Animaba las vocaciones locales y quería que fuera posible para las jovencitas isleñas el llegar a ser religiosas, si tal era su propósito.
Marie de la Présentation estaba inclinada a la seriedad y a la reserva lo que no le impedía el tener amistades sólidas como lo demuestra la que mantuvo con Hna Marie de la Croix, a pesar de las dificultades iniciales que marcaron los comienzos de tal relación. Ésta última admiraba los dones de su compañera y apreciaba la capacidad que tenía para ser libre en su manera de pensar y de opinar (cf. Croix-Poupinel, 05.07.1866. Carta 76, §9, NP III, 427). Algunas misioneras opinaban que Marie de la Présentation“carecía de comunicación”, otras la encontraban “muy apegada a sus ideas”.
Amaba a María y en Ella ponía toda su confianza. Cuando llegó a Sydney, le escribía al P. Favre:“Me limitaré a proclamar el poder de María y gustosa repetiré que Ella nos ha protegido más allá de toda esperanza” (Présentation-Favre, 02.02 1861, Carta 2, §1, NP II, 221).
Marie de la Présentation tenía talante de jefe, mucha energía y un celo que la convertían en una excelente misionera. Un celo “excesivo” para el P. Rougeyron pues a sus ojos ¡ella se entrometía en lo que no le concernía y estaba reservado a los sacerdotes de la Isla de Pinos! Pero Mons. Fraysse, que llegó a ser obispo, le reconocía “cualidades estupendas” (cf. Fraysse-Poupinel, 1881, NP IV, 782). Mujer talentosa y enriquecida con un nivel aceptable de instrucción, bueno para su época, se entregó sin quejarse de sus cuitas hasta el día el que Dios la llamó hacia Sí en agosto de 1886.
Llorando me alejé de esta querida Ouzélie; creo que así se lo imagina usted. Sin embargo de veras que no sabría precisar cuál de los dos sentimientos el de la tristeza o el de la alegría, a los ojos de la fe, puede más. Necesitaba recibir un buen golpe para salir de mi modorra, es decir de mi letargo espiritual. Mi obispo, a quien aprecio mucho, pues él ha sido el instrumento de la bondad de Dios par conmigo, me lo ha traído. Se lo he agradecido y, otra vez con usted, Padre, me complazco bendiciendo a la Providencia. Aquí, en Pouebo, tengo vía franca para lanzarme galopando por el camino real de la Santa Cruz. [...] (Présentation-Poupinel, 03.03.1882*).