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Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Marie Augustin nació en Crest-Voland, en Savoie (France), el 16 de marzo de 1826. Así como las otras diez “pioneras”; mientras esperaba la llamada de Mons. Bataillon para ir a las misiones de Oceanía, se ofreció como voluntaria. A los 31 años se embarcó en Burdeos con Marie Rose y con Marie de la Merci, el 24 de octubre de 1858.
Después de su llegada a Wallis, permaneció un mes solamente, en Mata Utu, luego el obispo la envió a Lano, a la granja, con Marie de la Miséricorde y Marie Rose. El P. Poupinel comparte con el P. Yardin una primera impresión, en Wallis, con relación a ella: “Marie Augustin hará mucho bien teniendo en cuenta que sus gustos son muy sencillos y que ama la pobreza” (Poupinel-Yardin, 02.09.1859, NP I, 150). El trabajo que se le exigía consistía en cuidar cerdos y otros menesteres de la granja. El choque cultural fue fortísimo, y su salud, de por sí débil, se echó a perder muy pronto. Vivía de crisis en crisis por lo que sus compañeras sufrían mucho y por supuesto, ella también. Cuenta que “se sentía en el vacío y en el desaliento” tan apenada que no llegaba a entender ni a aceptar lo que estaba ocurriendo. En medio de sus angustias y confusión mental le decía en una carta al P. Poupinel: “este es el momento en el que tengo que poner toda mi confianza en Dios y en María; ellos lo saben todo y la desazón por la que estoy pasando” (Augustin-Poupinel, 04.09.18 61, Carta 7, §4*).
Resulta claro que Mons. Bataillon y el P. Poupinel decidieran repatriarla; era el mes de septiembre de 1861. Por su parte escribía: “Ya se ha dado la sentencia.” Salió para Sydney en el mes de mayo de 1862 y para Francia en el mes de noviembre del mismo año. Aceptó el reintegrarse en su familia; con todo, las cartas que escribiría después testimonian siempre el interés que perdura en ella, por las misiones y por la Sociedad de María “Su familia”.
A pesar del poco tiempo que Hna Marie Augustin se quedó en Oceanía, la consideramos como una de las “pioneras”. Contribuyó según su estilo a encarnar el carisma que nos es propio. Lo hizo de una manera diferente, mediante el sufrimiento y con la vuelta a Francia, lo que parece un fracaso. Como lo dice San Pablo, hay diversidad de personas, diversidad de dones y diversidad de estilos al ejercerlos (cf. Co 12, 4-5). Algunos contribuyen aparentemente sólo con el sufrimiento. Con todo, el sufrimiento tiene una parte vital y misteriosa en el funcionamiento del cuerpo entero y un poder que alcanza más allá de lo que puede aprehender el espíritu humano. La vida misionera de Hna Marie Augustin, tan breve, en Wallis se fue entretejiendo con lágrimas, de pobreza, de rasgaduras, con el sentimiento humillante del fracaso, pero en unión “con Jesús en el huerto de los olivos.” (ibid.) tal cual lo escribía ella. Su contribución especial a la TOMMO y a la Iglesia en Oceanía no tiene nada de despreciable.
Desde 1862, descubría que Dios tenía sobre ella otro proyecto.; consistía “en expandir el Reino de Jesucristo y hacer que su Madre Bendita fuera conocida”, de manera distinta, aprovechando todas las ocasiones para trabajar por las misiones con los medios a su alcance: orar, interesarse por las Hermanas y por las gentes de las Islas, escribir, mandarles dinero y encomiendas a Oceanía al mismo tiempo que apoyaba a su párroco, en el pueblo. Se mantuvo como miembro de la Tercera Orden, muy cierta de ser “una hija de María” y feliz de apodarse ella misma “una marista en el destierro” hasta su postrer suspiro. Esto ocurrió el año de 1896 (Augustin-Poupinel, 11.04.1871, Carta 11, §2*).
Que la santísima voluntad de Dios se cumpla así como él lo quiere de esta su hija la más ingrata de todas; es el momento del gran fiat, lo quiero expresar lo más perfectamente que pueda, y para que el mérito sea mayor lo junto con todos los fiats, desde que Jesús y María, en el calvario y el de todos los santos y santas del cielo y de todos los justos en la tierra. Adoro la Providencia en sus designios; los que tiene para mí sin querer escrutarlos. Dicen que mi cabeza está más trastornada aquí que en Wallis … (Augustin-Poupinel, 20.10.1862*).