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Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Marie Basset nació en St-Laurent-de-Chamousset, Francia, el 2 de noviembre de 1830. Era una jovencita cuando respondió a la llamada de Mons. Bataillon para ir como misionera a Oceanía; pero, así como nos lo revelará más tarde, siempre había querido ser religiosa (cf. Miséricorde-Guillot, 06.03.1858, Carta 4, §9*). Era inteligente, con buen sentido común y buen nivel de educación.
Ingresa en la TOM, sale de Francia con Hna Marie de la Pitié y Hna Marie de la Sainte-Espérance en el mes de noviembre de 1857. Llega a Futuna y empieza a dar clases. Pasados los dos meses Mons. Bataillon la envía a Wallis con Hna Marie de la Sainte-Espérance. Así nos cuenta sus comienzos: “Durante los 18 meses vividos en Wallis todo ha sido trabas en mi caminar por la senda de mi deseo ardiente de hacer algo por la gloria de Dios y para el bien de las jóvenes” (Miséricorde-Favre, 04.01.1860 Carta 14, §2, NP I, 177). Poco después de su llegada, las Hermanas tuvieron que ocuparse en trabajos de granja y chacra, en Lano. Hna Marie de la Miséricorde tenía bien claro que ella no se había hecho misionera para este trabajo. Desde Sydney, adonde tuvo que ir por motivos de salud, 1863, escribía: “Tal vez sea preciso que la obra empezada a Wallis la destruya del todo y que la isla se quede sin Hermanas durante algún tiempo para que, más tarde, si se las llama, se las trate con modales distintos a los que se han aplicado hasta ahora…” (Miséricorde-Yardin, 16.12.1863, Carta 27, §3*). El año de 1865 tuvo que salir para Samoa, pues el obispo decidió que ella era la persona más indicada para asegurar el buen funcionamiento de la escuela.
La entrega radical que de ella misma hizo a la Misión iba a la vez con un deseo cada vez más vivo por “llevar una vida religiosa”. “Es preciso que yo sea religiosa sin limitarme a las apariencias” (Miséricorde-Poupinel, 16.05.1866, Carta 34, §2, NP III, 42). Sufría de lo que para ella era una situación confusa, indecisión e informes inútiles por parte de los superiores para organizar el TOMMO como congregación religiosa reconocida canónicamente. En este aspecto iba de frente al grano y sin pelos en la lengua para declarar su impaciencia con relación a este asunto.
Puso mucha esperanza en las Hermanas de Nuestra Señora de las Misiones llegadas de Lyon en 1871, profesó en su comunidad el mismo año, sin preocuparse por hacer el noviciado. Pero, antes de 1875, se daba cuenta que su estilo de vida y su espiritualidad no correspondía a su vocación así como ella la entendía y estaban desadaptadas a la misión en Oceanía. Optó por retirarse de esa congregación y, una vez más reinició su caminar en la búsqueda de la voluntad divina, tal como lo había hecho durante toda su vida.
Mons. Elloy le dio permiso para que fundara una congregación más adaptada a la vida de Samoa: “Notre Dame de Océanie”. Varias cartas testifican de la formación excelente que recibían las señoritas de la isla Samoa, llegaron a profesar; también se reconoce el trabajo excelente que realizaron. En 1881, Mons. Lamaze, sucesor de Mons. Elloy, quien había fallecido, las invitó a ingresar en la TORM que acababa de constituir en Wallis. Lo rechazó categóricamente. Eso equivalía, para ella, volver a retroceder.
Hna Marie de la Miséricorde fue una educadora con cualidades y una misionera muy abnegada. A justo título le estamos agradecidas por su trabajo de adelantada en el campo de la educación, en Wallis y en Samoa durante 46 años; por todo lo que ha realizado para alentar las vocaciones a la vida religiosa por su compromiso en la formación de la Hermanas jóvenes de Samoa y por la ayuda que brindó a obispos y a sacerdotes para que comprendieran nuestra vocación, insistiendo sobre la importancia de la dimensión religiosa.
Me gusta Samoa, quiero a las señoritas lo cual me parece que ya se lo había dicho hace algún tiempo. Con todo, me resulta imposible quedarme aquí, en la posición que ahora tengo. Necesito una comunidad. Una vida de comunidad… es preciso que yo sea religiosa, de ninguna manera quedarme con las apariencias… La esperanza es algo muy bueno, en el pasado he aguantado mucho, pues esperaba que todo se arreglara. Al comprobar que esto se alarga demasiado, los ánimos me han abandonado; he tomado la decisión siguiente, después de haber reflexionado durante 6 meses: el año que viene, por estas fechas, saldré hacia Sydney. […] (Miséricorde-Poupinel, 16.05.1866, NP III, 422).