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Las pioneras | La Vocación de las Pioneras (The Vocation of the Pioneers)
Según algunas cartas, las suyas y las de otras personas, Hna Marie de la Pitié se nos presenta como una mujer de oración, una mujer que se había propuesto “dejar todo por Dios solo y el cumplimiento de su santa voluntad” (Pitié-Favre, 05.12.1857. Carta 2, §4, NP I, 48). La meta a la que ella se refiere con frecuencia, le ha dado a su vida misionera cierta perspectiva. Expresa la esperanza que “el propósito que nos ha traído aquí sea alcanzado para mayor gloria de Dios” (Pitié-Poupinel, 23.06.1859, Carta 11, §5*).
Lyonesa de nacimiento, pertenecía al primer grupo que partió hacia Oceanía, al llamado de Mons. Bataillon. Se la acepta como miembro del TOM y se embarca desde Londres hacia Sydney con Hna Marie de la Miséricorde y Hna Marie de la Sainte-Espérance. Se las destina a Futuna adonde llegan en el mes de mayo de 1858.
Hna Marie de la Pitié da la impresión que ha lamentado con frecuencia, su poca formación, por ejemplo en costura. Sintió, a veces, la desilusión, la soledad, el aburrimiento y la rutina, su vida le parecía inútil (cf. Pitié-Bioletti, 20.10.1860, Carta 20, §83*). Se estimaba inferior a lo que requerían las circunstancias con una tendencia enfermiza a minusvalorar sus cualidades. De todos modos llama la atención cómo acertó a compensar esta falta de confianza en sí mediante una gran confianza en Jesús y en María. Lo dicho no la impidió de trabajar mucho, y con acierto, a favor de las mujeres y de los niños de Futuna.
En sus cartas se descubre un sentido escatológico muy señalado. Describe a esta tierra como “una tierra de destierro” y el cielo como “la patria eterna”. Compartía con sus amigas y con los sacerdotes, esta “nostalgia espiritual” escribiéndoles en sus cartas del “día feliz que nos juntará en la eternidad dichosa”y también de “la reunión feliz con ellos, en la patria celeste” (Pitié-Maillet, 26.06.1861, Carta 23, §9*).
Expresa la alegría de su vocación, considerando su grupo como un “privilegio del Dios bueno” (Pitié-Boletti, 18.11.1857, Carta 10, NP I, 43). Insiste en la “dicha que le proporciona la elección que ha hecho Dios en su favor” (Pitié-Saunier, 07.04.1858, Carta 5, §2*). Al igual que sus dos compañeras, tenía un deseo ardoroso de ser religiosa. En marzo de 1869, al concluir su noviciado en Futuna, emitió los votos en la congregación de Nuestra Señora de las Misiones con Hna Marie du Mont Carmel. En el mes de febrero 1874 deja la isla de Futuna, con Hna Marie Rose pues Mons. Bataillon había decidido sacar a las Hermanas de esta isla. Después de haber participado en el Capítulo Provincial de Apia, (Samoa) salió para Tonga, con las Hermanas de Nuestra Señora de Misiones; le costó mucho adaptarse. Dos de sus, compañeras, al enterarse de las dificultades que habían surgido entre la Sociedad de María y la congregación recién fundada en Samoa; decidieron, en 1878, pasarse a las Hermanas de Nuestra Señora de Oceanía, recientemente fundada en Samoa.
La misma Hna Marie de la Pitié se retiró también de Nuestra Señora de las misiones, ese año mismo. Y cuando Hna Marie des Anges viajó para alcanzarlas en Nueva Zelanda, en 1880, ella le envió, para que devolviera a la Congregación, los símbolos de su pertenencia a la misma: el rosario, la cruz y el anillo; escribió a la superiora general: “Puesto que ahora estamos sin certidumbre, dejo el instituto, puesto que él me ha dejado a mí, y ya no puedo seguirlo” (Pitié-M. du Cœur de Jésus, 18.05.1880, Carta 70, §4, NP IV, 758). Permaneció gozosa esperando profesar en la TORM que acababa de organizarse. Dentro de esta institución pronunció los votos a perpetuidad el año 1881. Esto ocurría en Tonga, lugar donde se quedó hasta su muerte en 1894.
Por tres días hemos sido muy sacudidos… por fin ha llegado la calma por lo menos al barco, pues nunca nos ha faltado el ánimo ni la resignación, lo que ayuda a volver a recuperar el dominio personal y a que los corazones vuelvan a su sitio, - por lo menos el mío -, esto es poca cosa cuando se trata de obrar por Dios, después de todo es buena preparación, se palpa su debilidad y su impotencia; rogué con mayor fervor, me parece, ya que una confianza plena y el verdadero abandono en la Providencia me llevarán, así lo espero, hasta la meta que me he propuesto: dejar todo por Dios sólo y llegar a cumplir su santa voluntad. […] (Pitié-Favre, 05.12.1857, NP I, 48).